De pescador, apasionado; de filósofo, mal aficionado; de hombre, testículo y medio y mal dotado; de persona, por los años ponderado; tonto del bote, a veces; falaz otras tantas, que se sepa.

 Ecuánime por vocación, amante de mi nación que es mi patria y es mi pueblo en la procelosa costa asturiana. Hubiera empuñado la hoz, mas no hubo ocasión y así lo lamento llorando. 

Pasó el inmediato rato, que el imbécil llama tiempo. Un Cienfuegos mal aparejado. Cursó “vite”, de rápido que transcurrió para este gajo.

 Ahora anciano, arrendando un día a día cual pordiosero de la mera existencia, aspiro un aire mal oxigenado más, del monte de Dexo aún por jabalís mutantes poblado. 

Se fue al garete, ilusión perentoria por volver a la antaño gloria, pasada por la trituradora expreso que es la puñetera vida. Escabeche nuclear.

 Ahora, a renglón seguido pero francamente amargado, me voy, y esta vez no engañaré cual trilero barato. 

No me queda ni un centavo, ni la paga de un soldado, voy con mi ajado cuerpo arrastrado hacia mi tumba en ese erial al sol dorado radiactivo. 

Por fortuna, los ancianos toxos secos pocos vivos compartirán mi infortunio. Exhalaré en plenilunio, viendo la postrera onda arribar al cantil evaporado.


Carlos Redruello


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