Cambio de cuadrante. ¡¿Buena noticia?! No sé, estoy desconcertado. ¿Cambio en los tiempos? Un mes de nordestes, pero con pescado en la orilla. Aun con todo, me habréis oído -o mejor dicho, leído- quejarme. Tardes plácidas, pero noches frías. Me importa poco, pues aproveché los momentos de calor. Y no estoy yendo a la lubina…¡Algo pasa con la meteorología! O tal vez no…


Ayer, sí, ayer roló a oeste. Y hoy tal parece querer meterse de norte y variable…Ya paso de entender estos eventos, porque esa actividad requiere demasiado desgaste del “disco duro”. Voy a pescar cuando puedo y me busco la vida en un entorno natural que, por suerte, me ofrece variadas oportunidades.


Tras unos días de ausencia por los cantiles, volví con ganas de caminar entre pinos, de rozar mi piel con los viejos toxos y de asomarme al averno conocido. En la primera puesta comprobé que el aire era algo más que la brisilla que esperaba. Pertinaz, me empujaba una y otra vez el aparejo contra la sierra. Casi imposible de domesticar, eché tres varadas contadas y me fui sin obtener ni una sola picada.


Busqué un otero diferente, una calada protegida del cuadrante de poniente. Pero ahí, el mar no batía lo suficiente y, además, es una postura que ya tengo bastante calada esta temporada.


Desde ese alto veía al fondo la pared donde batía perfecto. Tenía que caminar bastante, pero es ese ejercicio uno de los fines paradójicos que me impulsan a seguir saliendo de pesca (porque sin la caña en ristre, no suele apetecerme dicho ejercicio y solo desgasto sofá).


Llegué y comprobé que había acertado. El viento azotaba la pared, pero pude largar varias echadas que dieron sus anhelados frutos rayados. No obstante, no era fácil y me vi ayudado por un flotador de los de 25 gramos, el único dispositivo de alta tecnología que me permitía sortear el molesto influjo del fresco céfiro y caer con el parejo en el canal más querencioso. Pesqué algún sargón, pero la verdad es que estaban poco activos.


A la derecha, una poza tenía el agua en un estado efervescente. Costeé unos metros y bajé, con tal de evitar el viento. Pero en esa calada no entró ningún ejemplar, así que volví a la echada inicial y obtuve un par de respuestas.


Pesca complicada, por el viento perseverante y porque supongo que los sargos están algo “mareados” con el cambio de tiempo.


Poco más que contar. Estuve por mi tierrina y me abastecí de cebo, y conseguí una bobina del seaguar grand max Fx #2.5, que es el fluorocarbono -y el grosor- que más estoy empleando este fructífero invierno.


Saludos y hasta otra historia ( que a buen seguro será bien pronto), compadres.









 



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