Me supo dulce, porque recibí un premio a mi sempiterna terquedad.
Es una puesta a refugio de temporal. Llevaba más de un año sin visitarla. Bajé por el sendero de costumbre. Me encontré el acceso muy cerrado. Tan tupido de tojo y espino que casi me retiro de la empresa. Pudo mi brío y pundonor, pues no era fácil. Abrí unos 30 metros, empujando, pisando, hiriendo mis brazos.
Llegué al abismo. Una minina lengua de hierba le separa de la caída. Había buen mar. Preparé la puesta, limpiando de maleza. Se hace difícil manejar la caña de 7 metros.
Pensé que iba a hacer una gran marea. Erré, pues los sargos parecen no querer "animarse". Dos piezas estupendas me valieron para justificar tanto trabajo de desbroce.
Me gusta, soy un puto jabalí herido. Ahora ya queda hecha la pista, para que otros vayan. No me importa. Si así fuera, dejaría de ser un buen hombre, un buen pescador...
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