Los 7 "magníficos" II
Es un atleta dentro de su clase, y habremos de cuidar no recibir un pellizco cobrado de sus poderosas quelas. El borde frontal del cefalotórax está poblado de formaciones a manera de dientes o tubérculos, bultos evidentes que emergen igualmente sobre las pinzas. Llega a proporciones estimables (incluso hasta los diez centímetros), y es un gran predador que persigue con inusitada valentía a moluscos lamelibranquios que tritura sin esfuerzo aparente.
El moruno es una carnada nada despreciable; además, su vitalidad inherente le confiere un capacidad de aguante equiparable a la sapa si lo depositamos en un ambiente fresco, y sombrío.
Nada nuevo bajo el sol si nos referimos a las posibilidades de ascado, pero dada la consistencia del armazón lo mejor será desprender las quelas, artejos y caparazón y emplear la partes blandas, sobre un anzuelo “pico de loro” de numeración variable y en la forma típica de la sapa.
“Portunus holsatus” (“Polibius henslowy”)
Es el conocido como patexo, uno de los decápodos más abundantes y, pese a ello, menos conocidos; quizá contribuya a este desconocimiento el echo de que este cangrejo no suele acompañar la dieta de los humanos, dadas sus pocas cualidades gastronómicas; sin embargo, se trata de un cebo de peculiaridades alentadoras si del deporte de la pesca hablamos.
El patexo sirve de clara base nutricia a peces de renombrada fama de entre los que sobresalen la lubina y el abadejo, sin descartar otros. Para llegar a esta satisfactoria conclusión baste acudir a la biología del mismo.
En principio semeja imposible de confundir: tonos concentrados en las variantes del pardo, con una capa bastante homogénea; una peculiaridad morfológica -que nos hará salir de dudas- la encontramos en el diseño de las patas posteriores, las cuales se han transformado en aplanados artejos con función natatoria de evidente deducción.
Vive desde decenas de metros de profundidad hasta la inmediatez de la costa. Acude a la arena, donde se entierra a la espera de ver pasar peces y crustáceos diminutos de los que se alimenta ayudado por su adaptación a la natación. En ciertas épocas del año (freza), se agrupa en inmensas colonias que flotan en diversas capas de agua. Esta situación les pone a merced de los depredadores, que aprovechan esta coyuntura para cebarse en dichas superficies que, en consecuencia, serán bancos atormentados por la pesca profesional. Las mayores concentraciones tienen lugar durante el invierno y a finales de primavera, hecho que se percibe en los puertos, donde los profesionales se afanan en la captura de patexo para proveer la carnada que cubrirá los anzuelos del palangre.
En este momento, no encontraremos dificultades para acceder a tan inestimable organismo si de pedir a cualquier marinero unas docenas se trata; encontraremos, seguro, buena respuesta a nuestra educada demanda.
Dado el carácter adaptativo de nuestra personalidad, ya disponemos de unos ejemplares...y un sueño en tan dinámica mente: gigantes lubinas, cuya borrosa imagen se acumula, en retrospectiva y bucólica cinta, en la reserva de internos pensamientos.
El tamaño medio del crustáceo es respetable, unos cuatro centímetros de caparazón, similar al de un cámbaro de volumen medio. Su consistencia es quizá la más delicada de entre todos estos duros cefalotórax, mas no habrá dificultades insuperables en la fijación del mismo.
Dicho proceso lo efectuaremos adoptando la técnica que corrientemente aplicamos para el cangrejo común de arena: dos anzuelos perforando los huecos de los artejos posteriores, o bien un solo arpón de buenas dimensiones ( un 3/0 de curva descentrada y pico de loro) que cubra la distancia entre los agujeros de las dos quelas, como en el recurrente caso de la sapa; también se puede introducir el anzuelo por debajo del caparazón (gracias a la maleabilidad) dejándolo dentro, y luego asegurar con una serie de vueltas de hilo elástico hasta; si no es preciso lanzar muchos metros, se logra simplemente pasando por uno de los artejos del medio y extrayendo la punta por el abdomen...y cualquier otra fórmula que improvisemos, como dar una tímida puntada dejando vivo el cangrejo para luego soltarlo en la aguas, al devalo, o bien lastrado con un flotador de aviso, posibilidades ambas que darán vida al cebo que nadará a media agua atrayendo a toda lubina que merodee por derredor.
“Carcinides maenas” (cangrejo atlántico o cámbaro) y “Carcinurus mediterraneus” (cangrejo mediterráneo)
Sin lugar a dudas el cangrejo familiar por antonomasia, ampliamente distribuido en casi todo el planeta, tal es su versatilidad. Las pinzas son fuertes, vigorosas; el color verde oscuro, con degradaciones; las patas terminan en punta, lo que indica que no puede competir en campeonatos de natación con el anterior protagonista.
El cámbaro vive en toda la costa, ocupando la franja infralitoral, por lo que sólo durante el periodo seco alcanzaremos los resquicios donde se aguarda: rocas sumergidas, grietas, debajo de objetos y enterado en la arena. Muestra preferencia por las regiones arenosas y cenagosas, rías y estuarios, sin despreciar el cobijo de instalaciones portuarias.
Alzando piedras, indagando en grietas en las paredes, o mejor disponiendo un par de tarrafas -cebadas con un trozo de sardina o una cabeza de bonito- en el fondo, daremos con la provisión ajustada ( observar reglamentación al respecto) a las carencias, pero unos diez a quince ejemplares rendirán lo suyo.
Todos conocéis las propiedades que presenta como cebo, la idoneidad para la tienta de doradas, lubinas y maragotas. Destacaría las fórmulas esquematizadas en las láminas 1, 1 bis y 2, como las más apropiadas para acceder a peces de cierta talla, sin miedos a las proporciones del cámbaro. Un ejemplar grande, de unos 6 centímetros de coraza, será engullido por cualquiera de esos peces, sin miramiento alguno. No es ningún secreto la devoción de estas especies por el cámbaro en estadio de muda. Si damos con algún individuo lo reservaremos con sumo celo para una jornada en que nos decantemos por situarnos en canales o algún promontorio de paso (de lubina o de dorada), dejando caer el cebo con suavidad, con el fin de preservarlo de todo daño (tal es la fragilidad); puede ser el día de nuestra vida...
La nécora, andarica, txamarra, etc, constituye un apetitoso bocado para la lubina, el congrio, la raya, el rodaballo y la pintarroja, entre otros. Es un cangrejo con aptitud para la natación, al que se le han ensanchado también, en forma de paleta, el último par de patas. Alcanza tamaños más que aceptables y el ancho caparazón está recubierto de una capa aterciopelada, muy suave y de grato tacto, para una tonalidad parda, verdosa. Vive en sus escondrijos habituales: piedras grandes, rendijas...y caza, dando un fuerte impulso, quisquillas y peces diminutos, base de la alimentación.
Vamos a guardar a buen recaudo tan codiciado marisco para acontecimientos lúdicos que incluyen la pesca de un gran pez; por ello, nada de aspavientos si montamos un triple del número 1/0 al 3/0 pasándolo mediante una aguja de sardina hasta dejarlo fijo en la parte bucal de la andarica. Os aseguro que no se va a mover de ahí, con la añadida particularidad de ofrecer un mayor garantía de clavado. A parte de este sistema, cualquier otro de los vistos.
Faltan unos esquemas...
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