Con pulga, una pesca divertida...1
BASES
Es que probable que nunca nos hayamos percatado de sus posibilidades; seguro que en nuestros paseos por la arena no hemos prestado atención a ciertas dinámicas de la biocenosis costera; tal vez la preponderancia de otros organismos, ya testados dentro de una limitada relación, nos ha hecho decantarnos por los mismos.
Pero haremos bien en reflexionar, a partir de la simple base de partida que supone los hábitos alimentarios de los peces. Un aspecto fundamental es el comportamiento itinerante que demuestran -al son de las mareas- y cuyo principal objetivo no es otro que la procura de alimento en la forma más simple y al menor coste energético; otro no menos determinante, y proporcionalmente relacionado, es la existencia en la línea de costa de factores alimenticios.
Este segundo parámetro se ve compensado por la ocupación que un humilde crustáceo hace de varias formaciones geológicas, con el único requisito de contar con aporte vegetal (algas de varias clases) y un sustrato sometido a unas condiciones de humedad y temperatura adecuadas.
Arenales, playas de guijarros y cantos acogen algas a raudales, ingentes cantidades que se van depositando por el efecto de las mareas y las marejadas, plantas que han madurado con los calores y que se desprenden de su fijación rocosa.
En un medio propicio se reproducirá con intensidad, un ritmo frenético que va a multiplicar la población durante el estío.
Al final la ecuación se resuelve de la siguiente forma: una alimento con gran valor nutricio, apetecible –tamaño, proporciones, vivacidad- por una gran variedad de especies; peces que se aproximan a la orilla atizados por la necesidad – generalmente durante o tras el desove primaveral-.
Conclusiones que de forma palmaria dejan al pescador deportivo con los conceptos definitivamente aclarados: primero, surtido adecuado de pulga viva, y en suficiente cantidad; seleccionado con ajustado criterio los materiales; analizando las situaciones óptimas de pesca –estado de las mareas, climatología, lugar de la puesta- que acompañen a la jornada prevista, de nunca adivinable éxito.
CARACTERÍSTICAS
“Talitrus saltator”, perteneciente a los crustáceos anfípodos, tiene un cuerpo comprimido, dotado de un dorso formado por escudos protectores. Del abdomen emergen tres pares de pleópodos o pies y otros tres pares de patas muy desarrolladas, que permiten ejecutar los característicos saltos.
Fuera de una visión ilustrada es posible para cualquier profano –ente los que me incluyo- diferenciar dos variedades fundamentales:
La de roca, que habita fundamentalmente en las playas de cantos ocultándose entre las piedras, y se caracteriza por un tono que va desde el anaranjado y pardo –color de las algas de que se nutre- al grisáceo (se ven algunas de capa clara).
La de arena, de color generalmente gris claro en las playas de origen calizo hasta tonalidades amarillentas, siempre en hábitat de esa coloración.
Como vemos, la morfología se encuentra íntimamente ligada al substrato que las acoge.
MODOS DE CAPTURA: LUGARES, ÉPOCA, CONDICIONES, INSTRUMENTOS
Las técnicas de acopio son diversas y resultan de gran interés, pues aprovechan, inteligentemente, el comportamiento de esta especie.
Un sistema se basa en el uso de una red de plástico (vale la red verde de la empleada en la construcción de nasas para mariscos y en el cercado de gallineros, con un hueco inferior a los dos centímetros de lado).
La red la situaremos encima de la boca de un cubo ancho (cuanto más, dispondrá de una mayor capacidad).
Luego cogeremos a puñados algas y las depositaremos encima, removiéndolas. Las pulgas irán colándose hacia el fondo del cubo, animadas por su tendencia a profundizar ante el menor atisbo de peligro.
Una forma productiva -aprendida del “maestro” José Arango-, pero que requiere condiciones muy específicas, consiste en lo siguiente:
Cuando en verano se produce una extemporánea gran marejada, el efecto de las olas hace que las pulgas se dirijan a la base del acantilado e incluso pueden llegar a trepar por el mismo. Es normal verlas acompañadas de cochinillas (“Ligia oceánica”), y el fenómeno llega en ocasiones a volverse espectacular.
En el momento en que comienza a descender la marea nos acercaremos a las grietas que veamos en la pared. Con un alambre consistente y de unos 50 centímetros de longitud, cuyo extremo le hemos dado un acabado en forma de gancho, rastrearemos todos los huecos donde se encuentran escondidos los crustáceos. Con una mano introducimos el utensilio y con la otra aguantamos un cubo al que dirigiremos las pulgas.
La red la situaremos encima de la boca de un cubo ancho (cuanto más, dispondrá de una mayor capacidad).
Luego cogeremos a puñados algas y las depositaremos encima, removiéndolas. Las pulgas irán colándose hacia el fondo del cubo, animadas por su tendencia a profundizar ante el menor atisbo de peligro.
Una forma productiva -aprendida del “maestro” José Arango-, pero que requiere condiciones muy específicas, consiste en lo siguiente:
Cuando en verano se produce una extemporánea gran marejada, el efecto de las olas hace que las pulgas se dirijan a la base del acantilado e incluso pueden llegar a trepar por el mismo. Es normal verlas acompañadas de cochinillas (“Ligia oceánica”), y el fenómeno llega en ocasiones a volverse espectacular.
En el momento en que comienza a descender la marea nos acercaremos a las grietas que veamos en la pared. Con un alambre consistente y de unos 50 centímetros de longitud, cuyo extremo le hemos dado un acabado en forma de gancho, rastrearemos todos los huecos donde se encuentran escondidos los crustáceos. Con una mano introducimos el utensilio y con la otra aguantamos un cubo al que dirigiremos las pulgas.
En playas de cantos, es preferible el momento de la bajamar o bien cuando comienza el reflujo. Aprovecharemos los meses de calor (desde mayo hasta septiembre, como término medio) para instalar -enterradas entre las piedras- bandejas de plástico, en una línea paralela a la orilla y a una altura similar a la superior que alcanzó la marea anterior. Se dispondrán unas cuantas de forma continua en una batería.
Podemos esperar al montante y recogerlas o dejarlas hasta que empiece a bajar el mar. La pulga desciende con las aguas buscando algas frescas para consumir y se mueve al vaivén de la marea. Al emprender el ascenso se ven apresadas en los cubos que hemos dejado acertadamente.
Las condiciones más apropiadas se desencadenan en los periodos de luna nueva, mejor si la temperatura es agradable y coexiste con una leve marejadilla.
La captura en las playas de arena tiene alguna particularidad interesante.
Se requiere un candil o cualquier aparato similar, siempre que esté en condiciones de emitir una potente y continua luz en todas direcciones y hacia el suelo.
Las pulgas de arena se verán atraídas y se acercarán al foco luminiscente.
Empuñando una pala de obra, se cogerán directamente con la arena y se echarán sobre una rejilla metálica (son especialmente adecuadas las empleadas en la construcción al objeto de cribado). El mineral pasará pero las pulgas quedarán en nuestro poder.
Con varios cubos de boca ancha enterrados, dentro de los cuales habremos dejado unos trozos de sardina o de lechuga (aunque no es preceptivo), resulta posible igualmente, satisfacer nuestras necesidades.
CONSERVACIÓN
De suma importancia resulta el proceso de preservación que se puede aplicar a tan inestimable cebo. Conocemos la fragilidad que presenta y su baja resistencia a las altas temperaturas y a la concentración (en capas superpuestas): en consecuencia, mantendremos la captura en un lugar fresco y oscuro, y a poder ser estirada en una lámina (los arcones viejos de madera son espacios ideales donde la pulga puede conservar su vitalidad un par de días, pero no más); descartaremos envases de plástico y menos si está cerrados y al calor del verano.
Para su transporte a la zona de pesca no hay nada como un buen saco de esparto, con poros que permitirán respirar al crustáceo.
Tanto la congelación como el salado son procedimientos alternativos que pueden solucionar la conservación de un remanente. En bolsas -a razón de unas tres raciones-, y en un arcón a –23ºC, permitirá disponer de una reserva para las épocas pobres del año, especialmente durante el invierno.
La salazón en salmuera también se puede aplicar. Es preciso saturar, mediante la adición de sal marina, agua calentada. Se hierve dentro de un gran recipiente y se va añadiendo sal y removiendo hasta que deje de disolverse. La pulga mantiene de esta forma una estructura y calidad óptimas.
Como veremos, estos sistemas hacen factible contar con cebo en todo momento, que servirá únicamente de engodo, especialmente de mújoles y lábridos. Comprobaremos que los sargos y las lubinas –especialmente- requieren salvo excepciones el empleo de pulga fresca y viva.
Soy un amante de un arte que ha deparado incontables momentos de satisfacción: pesca a la vez divertida y que hace detenerse al reloj.
Sigue...
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